domingo, 31 de marzo de 2013

I.

Qué curioso, cuando me dijiste, que yo podía ser esa que llegara a tus más profundos escondites sin apenas rozarte.
Si por mi fuera vendería todas mis cosas de valor, esas que no sirven, que no llegan al alma, de las que no llenan. Las vendería para comprarte una casita de madera en medio del mar. Que sólo se sostuviera con mi amor, con mi espera. Que se balanceara con las olas y que no pudieras encontrar en ella más que paz y silencio. Que sólo reflejara la libertad más grande del ser humano, la que no se compra ni se vende, la que no se ve pero se puede sentir muy dentro, se vive por unos instantes inolvidables.
Y si yo pudiera hacerte ver, que no necesitas más que eso, me sentiría libre al saber, que mi amor no se compra ni se vende, que es tan real y tan nuestro, que llega al alma, que llena.
Me gustaría ser un pájaro, para que al mirarlo, sintieras ganas de volar a su lado. Me gustaría volar sobre una casita de madera en el mar. Me gustaría bañarme en tu silencio sin apenas mojarme, para poder entender que en realidad, nada de esto va a cambiar el rumbo de tu vida, que yo nunca venderé mis cosas inútiles, y nunca nadaré en medio de un paraíso de madera, porque quizás los cimientos de mi amor no fueron demasiado fuertes para sostenerla.
Y tú nunca mirarás al cielo, aunque quisieras, no podrías, yo sólo soy un pájaro, que vuelva en contra del viento. Y tú, pobre, nunca logras verme...